11/1/10

Los periodistas ya no leen periódicos

Hace varias semanas lanzaron en clase una pregunta. Mejor empezar matizando. Hace varias semanas, lanzaron en la clase de 5º de una carrera denominada Ciencias de la Información, más conocida por todos como Periodismo, la siguiente cuestión. ¿Cuántos de los aquí presentes leen el periódico habitualmente?, en ese instante unas noventa cabezas se agitaron en busca de salvadores. Nunca antes la verguenza ajena fue tan evidente. Escasamente vi levantarse cinco manos, a lo sumo unas seis. No olvidaré jamás la carita que puso la valiente que formuló la pregunta. Desde entonces, intento buscarle una explicación al patético suceso, no sé si por saciar un poco mi curiosidad o porque había llegado la hora de, seamos sinceros, autoanalizarme. Encuentro algunas explicaciones, pero ninguna que justifique que casi una centena de futuros periodistas no lean con asiduidad (y sin ella) el periódico.
Es cierto que actualmente la tinta y el papel como medios informativos es un lujo que acompaña al sosegado café matinal. Los que leen diariamente el periódico lo hacen, al menos, por alguna de estas tres razones. Uno; afinidad por algún medio (ideología) o periodista. Dos; por una actitud costumbrista. O tres; demasiado tiempo libre. De acuerdo, también hay a quien le gusta estar informado. Si dijera que los que estuvieron en clase aquel día no leen porque carecen de las tres razones anteriores, mentiría. Pero también lo haría si digo lo contrario. Una parte de los que estaban sentados y avergonzados simplemente no cogen un periódico porque se aburren, porque odian los teletipos y las noticias manoseadas, otros porque nunca fueron educados en ese hábito o porque verdaderamente no tienen tiempo. Así, opino que existe una mezcolanza particular.
No es tan grave, leer el periódico todos los días no te asegura ser un estupendo profesional. Existen otros medios para informarse y para formarse; los libros, las revistas, Internet, la televisión, los viajes, las amistades, los conocidos y los anónimos. Hay quien no le interesa en absoluto las portadas del día pero es un amante de la cámara, un apasionado de la radio o un enardecido de la literatura. No es motivo para alardear, y menos aún cuando mucho de nosotros terminaremos creando esas mismas lineas de las que hoy renegamos. Sin embargo, tampoco debe suponer un pecado para quien realmente ama a su profesión en cualquiera de sus facetas.

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