22/1/17

TIERRA

Mi padre tiene doce olivos. Doce árboles como doce hijos. Se despierta con el gallo para ir a verlos crecer. Toca las ramitas nuevas y salta de poza en poza cantando al aire coplas de Antonio Molina. “Cuando llegue el invierno las aceitunas estarán gordas como melones”, me dice en verano. Después, ríe a carcajadas. Con esa felicidad, henchido el pecho, es un gorrión loco. Madruga para escuchar los secretos del campo, la tierra crujiente de agosto, el cortejo de las moscas, el óxido de la puerta vieja, las tripas del tractor aún sin enfriar, Desde su finca, nadie puede escuchar a mi padre, sin embargo, desde allí, él puede escuchar todos los sonidos del universo. Mientras, en la ciudad que nunca duerme, los minutos se comen a las horas y las horas a las personas. Él tiene miedo a esa vorágine, a que le coman, por eso huye tan temprano, para escapar de la muerte lenta. Después vuelve a casa, dejando mendruguitos de barro por toda la escalera y ahí se quedan pegados hasta el día siguiente. Me gusta verlos, esquivarlos, jugar con ellos. Le deja la humanidad, el relieve, a la frialdad de las baldosas del portal. Bajo peldaño a peldaño, imaginando, creando, de esos pedacitos de tierra, caras y animales. Luego sale mamá con la escoba y me barre de sopetón el juego. Así son las mañanas de colegio, porque el fin de semana somos cinco botas sucias y a mí, me gusta pisar muy fuerte para que la arenilla se desprenda. Echo de menos dormir en el campo, estar acostada en la cama, sentirme, sentir que estoy o que soy. Consciente del tacto exacto de las sábanas, del olor a noche cerrada, de mis ojos de búho recorriendo el cuarto. Todos mis sentidos puestos en la vida. Puestos en la tierra. De donde vengo. A donde voy. De fondo, los perros olfatean el abandono. 

AGUA, MADERA, FUEGO, AIRE Y METAL



"Estas energías están interrelacionadas en armonía entre sí, manteniendo la vida. Si una se resiente, lo siente el todo y la armonía se rompe"





Al final sólo somos eso. Elementos.Vamos a sentirnos cómo tales.