2/7/15

POSDATA: TE QUIERO

"Todos en algún momento de nuestra vida deberíamos recibir una carta. Una de esas cartas dedicadas, personales, de las que cuentan historias o narran emociones, de esas en las que el remitente se rasca las entrañas para compartir sus adentros con un destinatario tan cercano y lejano a la misma vez. Todos en algún momento de nuestra vida deberíamos ser destinatarios. Ser propietario de una carta que se escribe con el corazón significa, sin duda, que somos mucho más ricos y afortunados de lo que creemos. "

Creo que no puede existir nada más complejo en el mundo que escribirte una carta. Sé que lo he hecho millones de veces y que guardas en una caja cada uno de mis escritos, bien colocados, apilados, como las piedras de las pirámides o como los documentos históricos, con ese valor impropio, grandioso, inmaterial. Así las conservas, supongo que para leerlas cuando te apetezca reír y llorar, todo al mismo tiempo. Recuerdo dibujar los “te quiero” con la letra bien grande y muchos corazones en el folio. No necesitabas nada más. Escribía para librarme de los sentimientos porque no sabía ni sabré hacerlo de otra manera. Por entonces era fácil. Improvisaba versos en líneas torcidas, sin rima, pero tú las enderezabas y las convertías en poemas al leerlas.  Mamá, la poesía nace en tu boca. Sin embargo, ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que te dije que eras la mejor madre del mundo y ahogué tantos “te quiero”, tantos “te extraño”, tantos “me haces falta”, tantos agradecimientos que jamás llegaron que, ahora, aunarlos en una sola carta, duele y cuesta.  Duele el haberte privado de un amor que mereces más que nadie en este mundo. Cuesta el reconocer que soy una estúpida por silenciar lo que en mi pecho no cabe. Mamá en el corazón no me entra tanto orgullo, no entra. Imposible. Es imposible cuando pienso en tu forma de ser, siempre dulce, inocente, inquebrantable  a pesar de todo y de todos. Eres esa parte noble, sencilla y humilde de mi alma. Mamá eres lo mejor de mí, de lo que soy. Gracias.

Quiero decirte que soy feliz y te lo cuento porque sé que mi felicidad siempre será la tuya. Deja de preocuparte por el camino de esta cabra loca, que la sonrisa no me falla esté donde esté y haga lo que haga. Aparto lo superficial de la vida, que es casi todo, retengo lo que realmente importa y ¿sabes? No hay motivos para la tristeza. Mi suerte sois vosotros. Nunca me faltó de nada y nada me sigue faltando. Mi fortuna es mi familia y todo lo que tengo ahora, por dentro y por fuera, os lo debo. Mira, no tengo miedo a las tormentas, ni a las cuestas ni a los baches de la vida, no me asusta dormir sola y, aunque tengo la cabeza en las nubes, mis pies andan muy firmes por el suelo. Rápida, fuerte, noble, agradecida, a veces muy sensible, a veces, inflexible. Soy todo esto y soy mucho más, pero sin ti, sin vosotros, quizá sólo hubiera sido la mitad. Gracias.

Mamá, te echo de menos a todas horas. Echo de menos tus “buenos días” y tus  “buenas noches, que descanses hija”, tus sonrisas de niña que explota pompas de jabón, te echo de menos a ti en el salón, a ti por el pasillo, a ti en deportes y mallas, a ti con la camiseta recortada, a ti de verano y de invierno. A ti.

Seguramente no esperabas esta carta, y más cuando parece que en casa reparto el cariño con un cuentagotas, pero nunca pasé tantos meses sin verte, sin saber qué se cuentan tus ojitos de madre. Necesitaba volver al pasado, a esas dedicatorias hechas de alma, cuando un día cualquiera te escribía porque sí, porque el corazón me lo pedía como me lo pide ahora. Solo necesitaba volver a decirte, con letra bien grande, te quiero.