14/11/09

Silenciando verdades


Solo hace falta escarbar un poco para ensuciarse las manos, y es que ya no quedan rincones para esconder tanta inmundicia. El ser humano tan avispado como estúpido, esconde sus basuras como puede, y como la naturaleza le dotó con una malévola sencillez, sólo sabe hacerlo de dos maneras; mintiendo o silenciando la verdad. Y así las grandes verdades quedan cubiertas por grandes mentiras. Hablo de todas las injusticias que quedan en el olvido, de la impunidad, de la indiferencia. Son tan pocos los interesados en la verdad y tantas las porquerías...Por suerte, aún hay quien la persigue y tiene el valor para contarla.

En muchos países, el asesinato es un medio relativamente seguro y sencillo de callar a la prensa. En esas regiones, donde ahogan la libertad de pensamiento y atemorizan a los pensadores, el periodista indagador paga caro su atrevimiento. Muerto el perro, se acabó la rabia. Esta es la realidad que encontramos cuando arañamos un poco los estercoleros del poder, pero si hurgamos, el asunto se pone aún más turbio. En el Día Mundial de la Libertad de Prensa de 2003, el Comité para la Protección de los Periodistas, calculó que en el 94% de los casos de periodistas asesinados en los últimos diez años, los culpables habían actuado con total impunidad. La mayoría de esas violaciones no han sido investigadas, ni sus autores procesados. La guerra de Irak es el conflicto donde más sangre de periodista ha sido derramada en los últimos tiempos. Un total de 85 bajas registradas. Casi todos, iraquíes que quisieron plantar las primeras semillas de libertad de prensa que siguió a la dictadura de Saddam, los otros eran nativos de 15 países diferentes.

Amenazas, extorsiones, secuestros, ¿qué más necesitan para que estos temas sean tratados con seriedad y determinación, o para que simplemente sean abordados?. Nadie actúa porque a nadie le interesa que existan periodistas que sepan demasiado. Los mejores, los menos fastidiosos, son las alcahuetas televisivas que suben la audiencia a base de chismes. Ellos sí que están protegidos por la libertad de expresión. Pero, ¿quién garantiza los derechos de los que, con cámara al hombro, visten botas y casco?. Sus pecados fueron destapar la realidad y querer mostrarla al mundo. Pasaron por la vida como personas sin nombre, sin fama y por lo tanto, sin gloria. Sin embargo, gracias a ellos esta profesión sigue teniendo sentido, aunque muchos se empeñen en arrebatarle la poca dignidad que aún le queda.