5/12/15

COMO UN ORGASMO.

"Si tanto te gusta, ¿por qué no escribes?, ¿por qué no dedicarte a ello? " No lo sé. No sé qué responder y quisiera no tener que hacerlo. Sin embargo, ante estas intromisiones, mi cuerpo reacciona, flojea, cae. Deseo el silencio a cualquier excusa mediocre, pero en el nivel de las conversaciones banales, la gente no admite lo profundo. Así que les doy lo que me piden o esperan escuchar; "la culpa no es mía, es de mis circunstancias". Ellos se quedan tan panchos mientras yo empacho de vacío. Quizá sea la verdad que duele y anula cuando no es bien recibida. Tal vez, tengan razón y debería apretar la pluma como quien empuña un paraguas en los días de viento y lluvia. Pero prefiero mojarme. 

Digo que la escritura no se merece la obligación ni la rutina. Al menos no desde mi perspectiva. Porque resulta que las letras pueden buscarme pero yo no sé dónde encontrarlas. Nacerán en algún lugar inexistente, allá en el centro de la explosión entre los recuerdos y el momento presente, supongo. Lo que les cuesta salir a las jodidas. Lo que sufro cuando me siento sola y no las veo, cuando quiero expulsar y ellas insisten en entrar. No quieren. Entonces ocurre que desbordo por dentro y no tengo forma de controlar tanto sentimiento revuelto. Pero, a veces, salen y cuando lo hacen, existo. Sin espacio, sin tiempo. Ellas son como un suspiro, surgen de lo profundo del ser, escapan y después se mezclan con lo de ahí fuera, con la nada o con el todo. Y como los suspiros, tan cerca del alma, tan nuestros, huyen las letras de mi cuerpo, sin consentimiento, sin pensarlo. Pero cómo explicar que no sé escribir, que son las letras las que me escriben. Ahora sí, después no. Y ahora que sí, reconozco una sensación de vida concentrada, suprema, extraña. De pequeña, pasaba horas con la libreta abierta, en blanco, incapaz de crear un comienzo. De pronto, surgía la frase. Punto. Jamás volvía a saber de ella. Una colección de libretas y agendas vacías a lo largo de mi vida. Entonces, tuve claro que por mucho que amara hacerlo, escribir no dependía de mí y que esto, como el hipo, me vendría de vez en cuando. Sin embargo, reconozco que no me importa.

 




Mi sueño no es verlas encarceladas en la maqueta de un periódico, ni encasilladas en estanterías de best seller. Me gusta verlas libres, me gusta verlas nacer de un quejío o de una carcajada que, cuando salgan, notarlas placenteras, momentáneas y reales como un orgasmo. Solo quiero sentirme así, viva, concentrada, suprema, extraña. Ahora sí. Como un orgasmo. 

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